miércoles, 23 de mayo de 2012

Amo la iridiscencia

De tus ojos que observan paraísos.

domingo, 25 de febrero de 2007

Prosas de oficina







Pedro Díaz G.
Alejandro Toledo
Francisco Ortiz Velázquez
Rodolfo Gaytán



Prosas de oficina
Me gusta.
Lo melanc¢lico en su andar. Mirada hacia la nada.
El cabello cayendo libre sobre la parte alta de su espalda y ese aspecto imperturbable: triste siempre la expresi¢n.
Lo largo de sus brazos y su imagen al leer el diario reclinada en el destartalado asiento.
Me gusta.
El discreto labial.
Su fragilidad.
Me gusta. TambiÇn su voz tan delgadita. Y sus ojos. Y ese collar cafÇ que le rodea con ternura el delgado cuello algunas fr°as tardes de agosto.
Me gustas. Porque, se nota, transitas por la vida con todas las inc¢gnitas del universo reflejadas en ese, tu bello rostro de ni§a triste.
Me gusta, sobre todo, leerte por las ma§anas.

Es ella hoy, aqu°, a mi lado: †ngel vesperal que cura las heridas abiertas por esta ciudad que devora a sus habitantes por la ma§ana para escupir sus despojos al oscurecer.
Su mirada se resiste. No cambia; el semblante de tristeza la persigue, irremediablemente, hasta el fin de los tiempos. Llora en mi hombro. Y mis manos, tan cercanas, temen tocarla; no lo hago. No. Apenas rozo con la punta de mis dedos el desordenado cabello mientras una hilera de l†grimas me narra su primera historia de desamor.
Se acab¢ el encanto que le arrancaba sonrisas nocturnas, sabatinas... No m†s, me dice, y su voz se quiebra presagiando la distancia, el tiempo deambulando por calles en solitario. El andar cansado y melanc¢lico.
Me besa. Una y otra vez. Pareciera distracci¢n. Lo sabemos: no lo es. Nos gusta sentirnos cerca, arrullarnos con palabras que nadie entender°a.
En ocasiones la encuentro m†s deprimida. Menos feliz. M†s lejana y menos aqu°.
Piensa. Se detiene largos momentos a reflexionar. Pero...
Ese viaje hacia s° misma le da§a y aun sabiÇndolo nada hace por repararlo.
Escribe una nota, la firma; posa sus ojos en lo azul de la pantalla pero ella, Sandra de ojos tristes, no est† ah°. Se leen cr°menes urbanos causados por la imprudencia, eren transmitir sus dedos. Lo logran, a veces. Sigue escribiendo.
Pero, ®quÇ tan profundos est†n ya sus pensamientos?
Hoy me dijo: ma§ana es mal d°a.
Su descanso.
Algo habr† que hacer para que siga iluminando el aire con esa su sonrisa tan escasa, tan apenas, tan dif°cil. Algo.
enero 17, 1997

Hoy que no te veo me doy cuenta de que mi parte favorita de la ciudad es el espacio en que est†s t£. Al no verte te evoco y apareces; nunca te has ido, pienso que s¢lo vivo un mal sue§o: al despertar estar†s iluminando nuevamente mis tardes con tu sonrisa.


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Siempre que te miro
hay algo de primera vez
algo de invenci¢n de los sentidos.

Ni el sonido del destartalado metal la sac¢ de sus cavilaciones y la camioneta estuvo a punto de arrollarla al cruzar Comonfort la noche del martes 20 si no es por que un brazo la devuelve a la realidad que para ella no es otra que seguir contando cu†ntas noches ha pasado ya sin Çl.
23 enero 1997


Ayer, ma§ana, hoy. Siempre sucede.
A cada instante.
Unica en el arte de reciclar la belleza.
Tu perfil se adelgaza, para, a cada ma§ana,
sorprender a los mortales.
Tu rostro, dise§ado ha sido para que el viento lo acaricie.
Tu presencia es j£bilo en movimiento
anhelos que se extrav°an sobre tu falda
T£: a ratos, fugitiva del sollozo.
T£: a ratos, felicidad que sin quererlo compartimos

Dorm°a; despertÇ con tu voz, con tu sonrisa

DiviÇrtete.
No estar†s s¢la cuando tus ojos se abran maravillados ante la fiesta de tres pistas. No hallar†s a d¢nde voltear.
Por un lado payasos encantadores, fascinantes, y por el otro malabaristas, trapecistas y n£meros que desde las butacas y los sue§os parecieren imposibles.
DiviÇrtete.
No estar†s sola cuando tus emociones se enciendan con la voz de Sabina y su maestr°a para recrear el mundo a travÇs de las palabras.
CuÇntame de lo que sentir†s hoy y ma§ana.
No lo hagas con la voz. Escr°belo como si fuese para el mejor de tus amigos y al que le debes una larga carta; a quien le narras de la parafernalia del circo y las vibraciones de un concierto.
Una narraci¢n ligera, sin presiones. Un texto que disfrutes porque ser† como si lo hicieras para t°.
O mejor: para m°.
No estar†s sola cuando vayas hacia all†.
Aqu°, a tu lado ®izquierdo?, te acompa§o.
®Nos divertimos?

La luna vierte sobre ti todo su hechizo

Lindo andar.
A tu paso
mi asombro que nunca desvanece

Pintas mi tarde de azul y zapatos negros


Linda, desde el color de las u§as hasta el perfecto equilibrio del cabello, que hipnotiza...

Mexico City dixit.


Grata sorpresa: cuando un bello rostro, pasado el mediod°a, rompe con la monoton°a de la redacci¢n l tr†fico citadino en el tercer carril del Paseo de la Reforma.

Pelo corto.
Brillo en los ojos.
Sonrisa permanente y un escote que en mis ojos se convierte en poes°a.
Y los aretes.
Y la oscura vestimenta.
S°: belleza m†s all† de los elogios.
(®Me mandÇ?)


Tengo, durante el d°a, mis instantes favoritos.
Uno de ellos, cuando despuÇs de muchas lunas de no verte, de pronto apareces ante mis ojos.
Entonces inevitablemente busco tu abrazo.
Y cada d°a me sorprendo m†s: me gusta rodearte por la cintura.
Tu peso, lo breve de tu talle y el calor de tu cuerpo me transportan a la espesura de bosques imposibles.

Cuando pensaba en los Juegos Ol°mpicos y sus largas jornadas, olvidaba lo agradable de tu figura.
Pero ayer --negro el vestido, suelto el cabello y f†cil la sonrisa-- volviste a cuautivarme.
Pero hoy: la mezclilla deslavada y la inigualable cola de caballo... Volviste a cautivarme.
S°. Me gusta mirarte. Aunque a veces sin quererlo (cuestiones de prioridad laboral) no pueda hacerlo con la calma que mereces.
A menudo me sorprendo cerrando los ojos para que aparezcas, de pronto, en mis pensamientos.
Y es que, cuando pasan muchas tardes sin que pise la redacci¢n antes de las tres, lo siento: mi brazo extra§a lo breve de tu cintura.

Sue§o con hacer locuras en tu cuerpo I:
Recorrer con la humedad de mi lengua cada cent°metro de tu cuerpo iniciando desde la punta de la barbilla y deteniÇndome por momentos en cuatro sitios precisos para mostrarte el verdadero significado de la palabra placer para que despuÇs t£ me lo expliques a gritos.

Estado de Animo
Solo, entre el bullicio de una multitud que desgaja los quejidos de su rutina, te recuerdo.
Te traigo a mi memoria irrefrenablemente. Con tus olores y aromas; con tus dudas y tu sonrisa. Con la humedad de tu piel sobre la m°a... Con la frescura de tus 16 a§os.
Y entonces me doy cuenta de mi profunda soledad.
Porque mientras mi melancol°a espera el susurro de tu voz,
me doy cuenta que tu ausencia borda mi interminable tristeza... (Escrito por: Paco Ortiz)

Y t£, como si nada, te diviertes.
Pero entristÇcete:
si todos sabr†n que estoy quemado
ninguno sabr† que por tus llamas
Bonifaz Nu§o

En ti mi sombra a tientas busco
Bonifaz Nu§o

Ya el clavo con que me clavaste
en tu pared deshabitado
se herrumbra despierto y en desorden;
se arruga el pan, callan las s†banas,
no danza ya la mesa coja.
Bonifaz Nu§o

Hoy me lastimÇ a mi mismo para ver si todav°a siento
(El Mega)

No era Çl. Eran acaso sus despojos.

S¢lo por venir a verte, vengo
``Bonifaz''

Desvelado, te sue§o; insomne
me apasiono por so§arte sola.
``Bonifaz''

Scardanelli
QuÇ perro dibujaste en la almohada. Ladra tu nombre por las noches y me expulsa del sue§o.
Muerde orejas y hombros, mastica el bolo alimenticio,
roe mi pelvis de granito, las vÇrtebras apolilladas.
Trato de acariciarlo con la distancia de mis ligamentos,
le describo la fosa donde nos encontramos, le cuento de tus l°mites y del asombro en tus ojos desorbitados.
Nada lo calma. Como perro que es, hiere con rabia.
S¢lo si toco el piano se conforma. Se hace peque§o
como un pu§o, se confunde con las plumas de ganso
y me obliga a repetir tus muslos hasta el alba,
a repetir tus labios, a escribir en el aire que nadie,
nadie saldr† sin llagas de este incendio.

Sonrisa que de pronto ilumina la redacci¢n.
Pareciera como si un trozo de cielo descendiera hasta los confines de mi inframundo.
Tu presencia aqu° ha convertido mi mente en un torbellino de sue§os inconcebibles.
Mi melancol°a se esfuma cuando te veo.
Y se hacen inevitables esas furtivas miradas. Y recorro tu belleza de norte a sur. Y me estremezco.
Entonces, mi ritmo cardiaco acelera como medallista ante la meta...
Es que espero, alguna luminosa tarde, recibir el premio de oro de tu mirada.

(Paco Ortiz, 26/7/96).

Parece un sue§o.
Apenas ayer te tocaba, te sent°a. Y tu te estremec°as con el palpitar de mi cuerpo.
Apenas ayer desplazaba la humedad de mis labios sobre la candente arena de tus playas. Y ambos transform†bamos el suave oleaje en mar enfurecido.
Apenas ayer tu caminar junto al m°o parec°a llevar la misma ruta.
Y yo me solazaba en tus brazos. Y rodeaba tu breve cintura. Y acariciaba la tersura de tus blancos muslos. Y me perd°a en la pasi¢n de tus 16 a§os.
Parece un sue§o.
Pues hoy que sufro tu ausencia. Y que tu recuerdo taladra mis sentidos.
Despierto en mi pesadilla.
Y me doy cuenta de mi locura.
(Paco Ortiz, 26/7/96).

El pat°bulo que me bordaste
al filo de la almohada
me persigue como tentaci¢n constante.
Te pierdo y nada parece detenerse
amo los astros que transitan por mis labios
al besarte
Huyes
tu figura que me atrapa
viaja a ese sitio en donde no estarÇ.
Y quisiera saltar hacia la nada.
Me detengo al recordar tu voz,
al observar esos ojos de esperanza
No. No est†s m†s
s¢lo pueblas mi mirada




Sobresalto

Todo comienza despuÇs del sobresalto.
Es entonces cuando las im†genes se agolpan.
Una palabra. O mi aliento tan cerca de tu cuello en busca de perdidos horizontes: el para°so. O quiz†s el m†s ligero toque de mis dedos sobre tu piel.
Cualquier cosa.
En ese instante cualquier movimiento es suficiente para que te transportes a mundos imposibles.
Yo viajo contigo al observarte. Me subo a tus fantas°as y enloquezco; lo sabes.
Me gustan tus labios cuando muerdes, cuando por entre ellos escapa una serie de palabras que al principio parecer†n inintelegibles, pero que traen con ellas toda la complejidad de tus sue§os.
Me gusta c¢mo respondes al amor.
Me gusta tu entrega.
Te veo, detenidamente. Cada cent°metro de tu cuerpo lo sÇ de memoria. Toco una y otra vez como queriendo comprobar que a£n sigues aqu°. Te amo.
Te observo y me pregunto, ®quiÇn eres?
T£ duermes y tus sue§os son regalo para mis sentidos.
T£ duermes y yo inicio entonces un viaje a esa locura que resulta de la uni¢n de tu cuerpo con mis manos.
S°, todo comienza despuÇs del sobresalto.

(PDG 10, jun, 96)

®Sabes?, te extra§o.
QuÇ raro eso de no vernos como antes, tanto tiempo.
Extra§o tu voz, tu sonrisa. Tus historias.
Extra§o el brillo de tus ojos y la forma de tus labios
cuando besas.
Quisiera tenerte siempre junto a m°. Que nunca faltes. Que
cuando yo lo quiera estÇs ah°, a mi lado. Para bromear, para
acariciarte y, por quÇ no, para pelear.
Extra§o todo. Tus desplantes, tus caprichos. Y tu mano
tocando la m°a cuando por la calle caminamos.
Me gustas. Y mucho.
Sobre todo cuando tu cuerpo viste la combinaci¢n de azul
mezclilla con blusas blancas. Y si son sin mangas, mucho mejor.
Me embeleso cuando logro (cada vez m†s a menudo) separarme
apenas dos o tres pasos de t° y me veo como un aut¢mata
observando tu cuerpo y lo ce§ido de tus pantalones desde atr†s.
Dir†s: "QuÇ libidinoso".
Quiz†.
Puro apetito producido por la frescura de tu imagen.
Te amo.
Y mucho.
Como nunca lo imaginÇ.
Y siempre pienso que cada d°a este amor se transforma, se
duplica, aumenta hasta puntos indescriptibles.
®Nueve? Creo que es un n£mero que se ha quedado peque§o ante
lo que siento por t°.
No te vayas. Nunca.
Yo no lo harÇ.
Sigamos juntos. Hasta que el mundo acabe.
Y a£n despuÇs seguirÇ luchando por mi £nica y principal
misi¢n en la vida: que seas feliz.
Peter/19V95
PD que, en unas cuantas letras, pretende hacerte olvidar
todo lo malo del mundo y sus alrededores, pero, sobre todo, de
este MÇxico que nos toc¢ vivir: te amo. Siempre lo harÇ.

BebÇ:
®Por quÇ la vida debe ser as°, con tanto trabajo?
A veces, como que desespero.
Pero siempre pienso en t°.
"Tranquilo", me dices. Y tus palabras vuelven a m° cuando m†s las necesito. Tranquilo. S°. Eso es lo que deseo. Estar tranquilo.
Hay otros momentos en el d°a en que me siento bien, como que todo marcha conforme a los planes. Pero t£, d¢nde est†s, por quÇ tan lejos.
Por quÇ no puedo tenerte todo el d°a. A mi lado, sintiendo el roce de nuestra piel. Saboreando tu calor y ese aroma que me enloquecen.
Te extra§o.
Y esas dos palabras toman un significado diferente cada d°a.
No es tan atroz ni tan angustiante como cuando estamos lejos uno del otro: recuÇrdese los viajes.
No.
Hoy es diferente: te extra§o aunque estÇs a apenas unos minutos de m° y sin embargo la distancia, medida hoy con fragmentos de tiempo, nos separa. Porque esos minutos no los tengo. Trato de arranc†rselos a la vida para volver a estar contigo.
Me fascina estar contigo.
Cuando por las noches me dices ya me voy y apenas hemos estado unos segundos juntos, entristezco. No lo puedo evitar. Lloro porque no puedo retenerte. Quiero que estÇs a mi lado, a cada instante, a cada momento, a cada respiro.
Ya... ≠r¢bame!, ®no?
Te amo.
Ojal† pronto estemos juntos.
Por siempre.
Te necesito.
(sin fecha: 1995)

BebÇ.
®QuÇ me gusta m†s de t°?
No podr°a precisarlo.
No me queda m†s que, de acuerdo con lo sorprendente que a veces me resultas, tratar de enumerarlo.
Uno.- Tu cara.
®C¢mo es que haces para tener diversos rostros?
Puedes transformarte en segundos del gesto duro a la m†s dulce expresi¢n de ingenuidad, como cuando, enmedio del ligero y oloroso humo que sube haciendo c°rculos y te obliga a cerrar los peque§os ojos, te acerco el cigarrillo y tratas de inhalar, sin mucho Çxito, cada bocanada.
≠Y yo que muero al verte!
Hincado frente a t° (posici¢n que he de decirte, me fascina) te observo con detenimiento. Mis ojos recorren tu semblante y no logro comprender c¢mo he hecho cosas y forjado situaciones que nos llevan a la escalofriante posibilidad de perderte. De perdernos.
No. Jam†s. Y eso t£ lo sabes. ®Lejos de t°? Ni en sue§os, me digo convencido.
El brillo en tus ojos ante lo desconocido, los labios delgados que aprietas y que sin quererlo toman la forma de un coraz¢n, as°, delgadito, que me lleva casi a la locura de querer besarlos hasta agonizar.
Vendr† la tos.
Y tus palabras diciendo: no puedo. No sÇ. No me sale...
Y yo preguntando quÇ sientes cuando en ese momento el que siente algo muy grande que se llama amor soy yo, que cierro los ojos y grabo en mi mente esa tu imagen de ni§a hermosa.
Te veo y pienso que hoy como ayer como ma§ana y como siempre estoy prendado a tu figura. Soy parte de t° y t£ eres parte m°a. Uno para el otro, media naranja, tu-y-yo-somos-uno-mismo y todos los lugares comunes son peque§os ante la magia de ese instante que no muere, que permanecer† inmarsecible en mi memoria hasta el fin de los tiempos.
Dos.- Tu personalidad.
La sonrisa amplia mostrando cada una de las l°neas de tu cara cuando te sabes triunfadora.
"... Y sin carrito de autoservicio", repiten a lo lejos dos mujeres que, lo menos que podr°a decirse de ellas y que las decribibir°a de cuerpo entero ser°a: amargadas.
Y t£ --pantal¢n de mezclilla, parsimonioso y erguido andar, top color hueso que muestra lo breve de tu cintura (ni modo, a fuerza de desolaci¢n y enfermedades) y que promete la fantas°a mejor imaginada; chamarra de piel que no logra cubrir una sensualidad que me deja at¢nito.
T£ diciendo "pinches viejas".
T£ pagando en la caja, segura de lo que haces.
T£ con esa fuerza que no pierdes aunque te digas por momentos dÇbil.
Y yo rob†ndole un espacio al dise§o de tu chamarra para ver, por alguno de sus vÇrtices, el tenue color de tu piel mientras estremezco de placer. Ventajas de un vouyerismo exacerbado.
T£, mostr†ndote de cuerpo entero.
T£, caminando para que mis ojos te atrapen.
T£...
Tres.- Tus labios y la h£meda, juguetona lengua que le acompa§a. SerÇ breve.
Son como serpientes que se enredan en mi cuerpo y me hacen viajar a sitios nunca anhelados.
Son el instrumento que utilizas para mantenerme cautivo a cada instante. Dicen que el amor entra por la boca pero se refieren a la cocina... Contigo es distinto. El amor, en efecto, entra por la boca. S°: cuando tu lengua se mueve en c°rculos dentro o alrededor de m° e inicia un vertiginoso viaje hacia mis entra§as atrapando, de manera inevitable, mi coraz¢n.
Son, tus labios y tu lengua, el sutil pecado que sin duda me condenar† al infierno (el lugar en donde est†n reunidos toooodos
los cuates).

Te amo.
Desde el d°a en que tus ojos cruzaron por los m°os. Desde que te besÇ y a la caricia sobrevino el llanto de tu ingenuidad.
Desde que te dije por primera vez te quiero y entonces mi voluntad encontr¢ el refugio que buscaba.
Te amo. Y nunca dejarÇ de hacerlo.
Porque eres para m° lo £nico por lo que vale la pena respirar. Porque soy tuyo. Hoy y siempre. A cada segundo. A cada latido de mi convulsionado coraz¢n. A cada instante a tu lado que no, por m†s que lo deseara, no acabar°a de enumerar.

Peter.
5-II-96


(Laura I)
Estaba solo y la noche amenazaba lluvia. Hac°a calor.
Te recordÇ.
Miraba hacia el mar y tu imagen obnubil¢ de pronto mis sentidos.
Inmerso en cavilaciones enmedio de un escenario del Caribe, que se me dibujaba incre°ble, apareciste cuando por unos segundos cerrÇ los ojos en ese cotidiano ejercicio que realizo desde que t£ no est†s.
Eras t£ con amarillo pantal¢n y sonrisa contagiosa mientras bailabas en alguna fiesta en casa de tus padres mientras yo te ve°a con detenimiento con el £nico fin de aprenderte de memoria. De aprehenderte, nada m†s. Para ese instante, para el siguiente. Para la eternidad.
Eras t£ caminando a mi lado en las calles cercanas al metro Chapultepec sin saber c¢mo recibir mi mano que, traviesa, mor°a de ganas por tocar la tuya; por rozar la punta de tus dedos, al menos.
Eras t£ en alg£n consultorio mÇdico habl†ndome con ese tono de voz que me enloquece, mientras de alguna manera aprovechabas el descuido de las secretarias y me dec°as, me ordenabas: bÇsame. Yo obedec°a hasta que t£ dec°as basta.
Eras t£ diciÇndole a Lupita que no me conoc°a, que todo lo que yo hac°a por conquistarte (chocolates, rosas y otras cursiler°as), de nada me servir°an.
--Es un mÇndigo --creo recordar, era lo m†s sutil que pensabas de m°. Luego sonre°as. Y me observabas con detenimiento. Y tu mirada avieza romp°a entonces cualquier intento de reclamo.
Eras t£.
Eran tus ojos.
Eran mis interminables visitas a tu casa cont†ndote que, otra vez, los agentes de tr†nsito desde entonces llamados motoperros me hab°an detenido en el camino (generalmente el Viaducto, a la altura de Francisco del Paso), ``por exceso''... QuÇ sangr¢n.
La prisa era por verte, por tenerte ante mis ojos; por besarte a escondidas. Por vivirte.
Eras t£ mostr†ndome c¢mo te adue§abas de mi voluntad cuando el parabrisas empa§ado estaba, y tu respiraci¢n gritaba al mundo que adorabas mis caricias. La calle, la noche, los vecinos, aquelllos ni§os que con bolsas de cemento se drogaban jam†s sabr°an de la profundidad de mis deseos.
Eras t£: lentes oscuros y pantalones cortos, pelo recogido y tono de piel soleado, en la entrada del Sisi cuando menos lo esperaba.
Milagros que regala la vida de repente.
Eras t£ en casa de quiÇn sabe quÇ personaje surgido de la nada que apareci¢ en la playa y, amigo de Carmen, nos ofreci¢ estancia un par de d°as m†s; gratis, que era lo que nuestros bolsillos de j¢venes aventureros reclamaban con urgencia: sac†bamos hasta las £ltimas monedas durante la Hora Feliz, pero las posibilidades de estirar el sol y el mar ten°an luces de precauci¢n: indicaban inmediato regreso.
Era tu voz platicando conmigo cuando m†s lo necesitaba: justo en esas curvas entre Cuernavaca y MÇxico cuando el cansancio convert°a la carretera en caprichosas y diab¢licas im†genes. Policrom°a amorfa producto de sue§os y traumas no superados. Carmen y el due§o del Fairmont dormitaban pues la medianoche se hab°a apoderado de nosotros. Y los d°as en Acapulco reclamaban algo de esas horas robadas al sue§o.
Eras t£ con esos peque§os hoyitos que se dibujan en tus mejillas. T£ diciÇndome si quitas esa m£sica puedes pasar y semiabr°as entonces la puerta mostrando apenas parte de tu desnudez. Eras t£ de espaldas pidiÇndome un masaje y mis manos recorr°an entonces cada cent°metro de tu piel con un nervioso temblor nunca antes visto. Ya. Sal de aqu°. Y yo, lento, despacio abandonaba el cuarto mientras tu te vest°as.
Hac°a calor, se hizo de noche. Te recordÇ.
(Canc£n, dic-ene 96-97)

Hoy despertÇ s¢lo para perderme en el recuerdo de tus ojos. (Laura II)

enero 97.

®D¢nde te has metido?

Pedro D°az G.

La noche que desapareciste me fui feliz a casa. Hab°a hablado contigo y estabas aqu°, a mi lado, compartiendo el abrazo, inmersa en la mayor de las felicidades.
Tu risa es parte de la m°a. Viajo con tu felicidad y me apodero de ella. Lo sabes; compartimos m†s que emociones y deseos.
No s¢lo intercambiamos caricias, nos repartimos sonrisas, buscamos sue§os, creamos ilusiones. Inventamos frases.
--T£ dirige la cr¢nica --recuerdo haberte dicho mientras tus ojos, muy aviesos, me miraban.
--Ya tengo algunos planes; ideas a desarrollar --respondiste mientras yo le°a aquel texto describiendo un Jueves Santo.
Silvia Otero

``...'' As° comenzaba aquella cr¢nica.
C¢mo olvidarla.
La siguiente, me dije, superar† a la anterior. Es obligado.
Y luego, al abandono de mis sentidos.
Lo supe segundo en el peri¢dico.
Hablaba yo con Anita ese viernes santo para saludar; muy temprano. Tu hermano ya hab°a informado del accidente. Parco, escueto, m°nimo para quien te quiere como yo lo hago, fue el mensaje: ``Decir a Javier Vel†zquez que Silvia sufri¢ un accidente; nada grave; nada quÇ temer, pero no podr† cubrir la cr¢nica de la Pasi¢n. Choc¢ el pesero en que viajaba''.
--®Algo m†s?
--Nada. S¢lo eso --me respondi¢ preocupada y atenta a mi nerviosismo.
``Nada grave'', me dije e imaginÇ lo que vendr°a: Sandra con la responsabilidad total de un d°a inventado para describirse con esas letras, con ese ocÇano de palabras que ya se albergan en tu mente.
ImaginÇ lo que sufrir°a sin t° no s¢lo ella sino el buen periodismo mexicano. Tus lectores. Y, obviamente, yo.
Fue peor: Sandra me cont¢ que pensaba estar°as por ah°, en alg£n lugar de Iztapalapa, tomando notas; que m†s tarde se encontrar°an cerca, quiz†s, de la crucifixi¢n. O a lo m†s se sentar°an juntas en la redac, al caer la noche. Y a crear...
No fue as°.
``Silvia no viene...'', le dijeron y la noticia caus¢ estupor en su rostro ya desencajado.
Comenz¢ una angustia que se resolv°o s¢lo despuÇs de doscientas sesenta l°neas; tres ayudantes: Javier, Alex Tol y, ya muy tarde y s¢lo porque se hab°a quedado a esperar el resultado del basquetbol, Alex Almaz†n; y muchos nervios.
Cr¢nica a varias voces que el diario despleg¢ a dos planas. Sin duda las ver°as; planas que van a ir a parar a las paredes de su casa como recuerdo de aquella noche en la que, sin tener idea de lo que iba a escribir, public¢ la mejor de sus cr¢nicas a pesar de haber salido a la una y media de la ma§ana.
No estabas aqu°.
®Donde, entonces, te hab°as metido?
Lo siguiente que supe fue, varios d°as despuÇs de estar pregunte y pregunte por t°, fue que ya hab°as hablado con Javier.
--Est† bien. Algo lastimada pero bien. Nada grave.
®Nada grave? Otra vez.
--Ped° a las dos ni§as del conmutador que te dijeran me hablaras en cuanto tuvieran contacto contigo. Nada.
Los d°as, las horas sin t° se alargaban sin control.
Nada grave, pensaba para reconfortarme.
Pero mi brazo extra§aba tu cintura, mis ojos tu silueta dando vueltas por la redacci¢n; mis o°dos el taconear de tus zapatos y mis manos la suave piel de tus piernas. Tu voz, tus palabras, que son historia aparte.
≠Te extra§aba toda, completa-y-s¢lo-para-m°!
``Nada grave''.
Pero... Pasaron dos semanas.
Un d°a se acerc¢ Daniel Blancas y me dijo: creo que est† muy lastimada. Edgar fue a verla y dice que incluso un golpe le impide hablar.
Lo inmediato era comunicarme. ®C¢mo?
Eran d°as dif°ciles, de planes urgentes pues aquella tarde, precisamente, de viernes santo, Ram¢n me hab°a preguntado si ten°a pasaporte y visa en regla. No, le contestÇ. Pues ch°ngale, porque te vas a Las Vegas.
Y le chinguÇ.
Me cost¢ trabajo porque en la delegaci¢n los infelices dudaron de mi cartilla y tuvieron que enviar una copia a certificaci¢n a la Defensa. DespuÇs de varios encabronamientos se solucion¢ el asunto.
Fue el mismo Daniel Blancas quien me dio el papel que, doblado en ocho partes, mantengo guardado en la bolsa m†s peque§a de mi cangurera y desdoblo de tiempo en tiempo. Leo:

Rosa Roja No 5. Mnz. 4
Col. Santiago Acahualtepec
Iztapalapa, Santa Martha
Entre las calles BÇnito Ju†rez y Guillermo Prieto.
Por: la c†rcel de Sta. Martha (penitenciaria)''

Acentos ausentes y sobrantes no ten°an importancia. Lo £nico era verte. Buscarte. Hablar contigo.
Yo me iba el lunes siete de abril a cubrir la pelea de Oscar de la Hoya. Y el s†bado cinco era ideal para viajar hasta tus ojos.
Todo parec°a listo. Mi chava me dijo ojal† no descanses el s†bado porque casi no nos ver°amos; tengo una tarea que entregar el lunes y trabajarÇ con el equipo desde muy temprano y hasta muy noche.
Perfecto.
Me visto en shorts, temprano, pensÇ. Me pongo el casco y una camiseta de ciclista que a§os ha no uso y me voy, pedaleando con los aud°fonos puestos, hasta dar con la casa de la reja negra que me dijo Edgar.
Pero los planes no salieron como pensaba.
Sylvia se qued¢ en casa y perd° la oportunidad.
®Nada grave?
No. Me lo hab°a confirmado quien tuvo la suerte de visitarte: casi no hablabas y uno de tus brazos sufr°a dolores.
Me lamentÇ en silencio.
Part°.
Fueron d°as que ya platicaremos. Contructivos, intensos. Necesarios para el buen periodismo.
D°as, sin embargo, lejos de t°.
®En d¢nde diablos te has metido?
Martes 15.
Se acerca Sandra. Me dice: ``Vino Silvia...''
--S°, ®quÇ dijo?, ®c¢mo est†?, ®por quÇ no viene?, ®c¢mo le ha ido? ®ya mejor¢?
--Est† m†s mal de lo que imaginÇ.
--®Y el †nimo?
--Ese no cambia. Es la misma de siempre.
Y entonces me dijo que tu dijiste que le dices a tu novio que aunque los golpes est†n arriba lo de abajo --y entonces me se§ala su propio cuerpo, con una risa p°cara de complicidad-- siempre necesita.
Re°mos.
Salgo de la redacci¢n m†s tranquilo.
Ha pasado alg£n tiempo desde aquella noche en que te perd°.
Dia a d°a busco encontrarte, nuevamente.
Tarde a tarde pienso en t° y veo el separador que te traje de Las Vegas esperando d†rtelo lo antes posible. Ojal† te guste y acompa§e por siempre tus lecturas.
Me haces falta, lo sabes.
La noche que despareciste me fui feliz, pensando en que la cr¢nica que sigue ser† mejor que aquella del jueves santo.
No lo dudo; lo ser†.
Pero ya, por favor, ®cu†ndo la leo?
Te quiero.

Hoy s¢lo con el pensamiento te vi...
Te extra§e mucho al sentirte tan lejos.
®Sabes?, comprend° la triste realidad...
S¢lo una sombra en tu vida.
Por quÇ cuando m†s necesito de ti, te alejas...
Por quÇ cuando deseo hablarte de mis Çxitos, mis sue§os e ilusiones, siempre est†s ausente...
Por quÇ cuando deseo escuchar un "te quiero", s¢lo el silencio responde...
Por quÇ cuando requiero de tu abrazo, el aire est† conmigo...
Ahora, responde.
(ANONIMO)

Te v° con los ojos del pensamiento, £nicamente.
Estabas lejos y a§orÇ como nunca tu presencia
®Sabes? es triste la realidad
Una sombra soy en tu vida

Nada termina;
s¢lo vamos perdiendo la memoria
y el perfecto olvido
nos inventa


®D¢nde te has metido?

Pedro D°az G.


Nada termina;
s¢lo vamos perdiendo la memoria
y el perfecto olvido
nos inventa

La noche que desapareciste me fui feliz a casa. Hab°a hablado contigo y estabas aqu°, a mi lado, compartiendo el abrazo, inmersa en la mayor de las felicidades.
Tu risa es parte de la m°a. Viajo con tu felicidad y me apodero de ella. Lo sabes; compartimos m†s que emociones y deseos.
No s¢lo intercambiamos caricias, nos repartimos sonrisas, buscamos sue§os, creamos ilusiones. Inventamos frases. Vivimos; nos sentimos cerca.
--T£ dirige la cr¢nica --recuerdo haberte dicho mientras tus ojos, muy aviesos, me miraban.
--Ya tengo algunos planes; ideas a desarrollar --respondiste mientras yo le°a aquel texto describiendo un Jueves Santo:

Silvia Otero
``El beso del Judas traidor es el signo de que el primer acto concluy¢. Atr†s qued¢ la peregrinaci¢n, la misa, la £ltima cena, el juicio...''
As° comenzaba aquella cr¢nica.
C¢mo olvidarla.
La siguiente, me dije, superar† a la anterior. Es obligado.
Y luego, al abandono de mis sentidos.
Lo supe segundo en el peri¢dico.
Hablaba yo con Anita ese viernes santo para saludar; muy temprano. Tu hermano ya hab°a informado del accidente. Parco, escueto, m°nimo para quien te quiere como yo lo hago, fue el mensaje: ``Decir a Javier Vel†zquez que Silvia sufri¢ un accidente; nada grave; nada quÇ temer, pero no podr† cubrir la cr¢nica de la Pasi¢n. Choc¢ el pesero en que viajaba''.
--®Algo m†s?
--Nada. S¢lo eso --me respondi¢ preocupada y atenta a mi nerviosismo.
``Nada grave'', me dije e imaginÇ lo que vendr°a: Sandra con la responsabilidad total de un d°a inventado para describirse con palabras que navegan en ese ocÇano que ya se alberga en tu mente.
ImaginÇ lo que sufrir°a sin t° no s¢lo ella sino el buen periodismo mexicano. Tus lectores. Y, obviamente, yo.
Fue peor: Sandra me cont¢ que pensaba estar°as por ah°, en alg£n lugar de Iztapalapa, tomando notas; que m†s tarde se encontrar°an cerca, quiz†s, de la crucifixi¢n. O a lo m†s se sentar°an juntas en la redac, al caer la noche. Y a crear...
No fue as°.
``Silvia no viene...'', le dijeron y la noticia caus¢ estupor en su rostro desencajado de inmediato.
Comenz¢ una angustia que se resolv°o s¢lo despuÇs de doscientas sesenta l°neas; tres ayudantes: Javier, Alex Tol y, ya muy tarde y s¢lo porque se hab°a quedado a esperar el resultado del basquetbol, Alex Almaz†n; y muchos nervios.
Cr¢nica a varias voces que el diario despleg¢ a dos planas. Sin duda las ver°as; im†genes que van a ir a parar a las paredes de su casa como recuerdo de aquella noche en la que, sin tener idea de lo que iba a escribir, public¢ la mejor de sus cr¢nicas a pesar de haber salido a la una y media de la ma§ana.
No estabas aqu°.
®Donde, entonces, te hab°as metido?
Lo siguiente que supe fue, varios d°as despuÇs de estar pregunte y pregunte por t°, que ya hab°as hablado con Javier.
--Est† bien. Algo lastimada pero bien. Nada grave.
®Nada grave?
Otra vez.
--Ped° a las dos ni§as del conmutador que te dijeran me hablaras en cuanto tuvieran contacto contigo. Nada.
Los d°as, las horas sin t° se alargaban sin control.
``Nada grave'', pensaba para reconfortarme.
Pero mi brazo extra§aba tu cintura, mis ojos tu silueta dando vueltas por la redacci¢n; mis o°dos el taconear de tus zapatos y mis manos la suave piel de tus piernas. Tu voz y tus palabras, que son historia aparte.
≠Te extra§aba toda!, completa-y-s¢lo-para-mi-mirada.
``Nada grave''.
Pasaron dos semanas.
Un d°a se acerc¢ Daniel Blancas y me dijo: creo que est† muy lastimada. Edgar fue a verla y dice que incluso un golpe le impide hablar.
Lo inmediato era comunicarme. ®C¢mo?
Eran d°as dif°ciles, de planes urgentes pues aquella tarde, precisamente, de viernes santo, Ram¢n me hab°a preguntado si ten°a pasaporte y visa en regla. No, le contestÇ. Pues ch°ngale, porque te vas a Las Vegas.
Y le chinguÇ.
Me cost¢ trabajo porque en la delegaci¢n los infelices dudaron de mi cartilla y tuvieron que enviar una copia a certificaci¢n a la Defensa. Despues de varios encabronamientos se solucion¢ el asunto.
Fue el mismo Daniel Blancas quien me dio el papel que, doblado en ocho partes, mantengo guardado en la bolsa m†s peque§a de mi cangurera y desdoblo de tiempo en tiempo. Leo:

Rosa Roja No 5. Mnz. 4
Col. Santiago Acahualtepec
Iztapalapa, Santa Martha
Entre las calles BÇnito Ju†rez y Guillermo Prieto.
Por: la c†rcel de Sta. Martha (penitenciaria)''

Acentos ausentes y sobrantes carecen de importancia.
Lo £nico era verte.
Buscarte.
Hablar contigo.
Yo me iba el lunes siete de abril a cubrir la pelea de Oscar de la Hoya. Y el s†bado cinco era ideal para viajar hasta tus ojos.
Todo parec°a listo. Mi chava me dijo ojal† no descanses el s†bado, mejor el domingo, porque casi no nos ver°amos; tengo una tarea que entregar el lunes y trabajarÇ con el equipo desde muy temprano y hasta muy noche.
Perfecto. No trabajÇ el s†bado.
Me visto en shorts, temprano. pensÇ. Me pongo el casco y una camiseta de ciclista que a§os ha no uso y me voy, pedaleando con los aud°fonos puestos, hasta dar con la casa de la reja negra que me dijo Edgar.
Pero los planes no salieron como pensaba.
Sylvia se qued¢ en casa y perd° la oportunidad.
®Nada grave?
No. Me lo hab°a confirmado quien tuvo la suerte de visitarte: casi no hablabas y uno de tus brazos sufr°a dolores.
Me lamentÇ en silencio.
Part°.
Fueron d°as que ya platicaremos. Contructivos, intensos. Necesarios para ir forjando el buen periodismo.
D°as, sin embargo, lejos de t°.
®En d¢nde diablos te has metido?
Martes 15.
Se acerca Sandra. Me dice: ``Vino Silvia...''
--S°, ®quÇ dijo?, ®c¢mo est†?, ®por quÇ no viene?, ®c¢mo le ha ido? ®ya mejor¢?
--Est† m†s mal de lo que imaginÇ.
--®Y el †nimo?
--Ese no cambia. Es la misma de siempre.
Y entonces me dijo que tu dijiste que le dices a tu novio que aunque los golpes est†n arriba lo de abajo --y entonces me se§ala su propio cuerpo, con una risa p°cara de complicidad-- ≠siempre necesita!
Re°mos.
Salgo de la redacci¢n, m†s tranquilo.
Ha pasado alg£n tiempo desde aquella noche en que te perd°.
Dia a d°a busco encontrarte, nuevamente.
Tarde a tarde pienso en t° y veo el separador que te traje de Las Vegas esperando d†rtelo lo antes posible. Ojal† te guste y acompa§e por siempre tus lecturas.
Me haces falta, lo sabes.
La noche que desapareciste me fui feliz, pensando en que la cr¢nica que sigue ser† mejor que aquella del jueves santo.
No lo dudo; lo ser†.
Pero ya, por favor, ®cu†ndo la leo?
Te quiero.

Sucede con frecuencia.
Cierro los ojos y de pronto me encuentro navegando en el oscuro ocÇano de tus negras medias.
No sÇ c¢mo, ni sÇ por quÇ caminos, pero, al parpadear, vivo ya en la suavidad de tu cabello.








Azul intenso

Pedro D°az G.

Veo la pantalla. En la p†gina azul desfilan ante mis ojos infinidad de letras que habr† que acomodar para que al leerlas sean, cuando menos, comprensibles. Algunas forman palabras en inglÇs que debo traducir y entonces la odisea se transforma en ejercicio interminable.
Vuelvo la mirada y aqu° est†s, junto a m°, convertida en la m†s hermosa de las mu§ecas que mi historia haya conocido jam†s.
Te veo. No puedo dejar de hacerlo. Quiero aprenderte de memoria. Aprehenderte.
Observo con cuidado la forma en que te sientas. Me gusta ver c¢mo cruzas la pierna y entonces tus dedos toman un ritmo acelerado al escribir las notas.
Miro tu peinado.
Hoy es lindo.
Diferente.
La cola de caballo imprime en tu rostro un toque de ingenuidad.
Juegas a ser eternamente ni§a y yo me sumerjo en la fantas°a de reinventar tu cuerpo a cada instante.
Te admiro hoy y te recuerdo como ayer ven°as: con el pantal¢n claro y la blusa azul, de cortas mangas, que cubres de tiempo en tiempo con esa chamarra de piel que te hace lucir tan fresca en estas tardes de temperaturas agobiantes.
Me gustan tus zapatos.
Hechizado estoy por tu forma de caminar, que imagino cuando t£ no est†s (cierro los ojos y apareces inmersa en el r†pido andar entre miles de personas en el metro; parpadeo y tu rostro vuelve suave, fr†gil, delgado).
Hurgo en cada detalle.
Hoy las calcetas; ayer esa peineta que sosten°a por detr†s tu cabellera.
®Ma§ana?
Me gusta imaginar c¢mo vendr†s. Y lo mejor: siempre me sorprendes.
Eres, y eso lo platicamos en las reuniones de tu club de admiradores, quien logra quitar a la redacci¢n este aire de encierro para convertir las horas de la tarde en la m†s intensa de las experiencias.
Te miro. No puedo dejar de hacerlo.






Un bacio dato non Ç mai perduto
(Un beso dado jam†s se pierde)

Un beso: no, todav°a. A£n no.


Pedro D°az G.

La sonrisa de Aiceda Rosado se pierde apenas aparece.
No es ya aquella mueca de alegr°a que le causaban los dibujos animados cuando pasaba las tardes completas frente a la televisi¢n esperando s¢lo el instante en que le diera hambre o fr°o.
Su padre, Antonio, se dec°a c¢mo pasa el tiempo, cada vez que paraba unos minutos a observar el rostro de la peque§a, tan similar a las bellas piezas de jade de la cultura maya. Su cultura.
Algunas noches se sorprend°a observ†ndola, fascinado, atado a sus gestos y entonces los momentos de disgusto con empleados, el desacuerdo con los de la rectificadora y las deudas pendientes con tantos, ya, distribuidores, se perd°an entre las palabras de ella, que narraba durante la cena aventuras sorprendentes que nadie sab°a si eran retrato de las caricaturas o sal°an simplemente de la incomprensible imaginaci¢n de los ni§os.
Sonre°an los padres de Aiceda ante cada ocurrencia para, despuÇs de enviarla a la cama, sumergirse en las tediosas sumas y restas, debes y haberes, deudas y cuentas por cobrar miestras su esposa, casi religiosamente, le observaba a la distancia, pero tan cerca como para cumplir cualquier petici¢n casi al instante. Le admiraba.
El negocio camina. Cuando menos.
Ante la barda del taller mec†nico apareci¢, en una de esas tardes de temperaturas agobiantes, un grupo de trabajadores con la £nica misi¢n de colorear las consignas electorales. Todo el d°a pasaron los pintores en la calle y s¢lo pararon dos horas a comer y a silbarle a las cihcas que por la calle atravesaban; y aunque don Antonio no sab°a del todo a quiÇn iba a favorecer con su voto, no le molestaba prestar al partido tricolor los dos o tres huecos negro-amarillos bajo las leyendas: Se arreglan cloch y frenos. Ajustes completos. Medios motores.
Al fin y al cabo el jefe de manzana, tan afable, siempre terminaba por convencerlo de las virtudes de su partido y del eterno reclamo sobre lo que su partido hab°a hecho por la ciudad, por el pa°s y que nadie agradec°a. La bonanza econ¢mica del sexenio, le dec°a, nos est† legando a todos, tambiÇn a ti.
El recuento era favorable: una amplia casa en zona clase-media-alta, tres autom¢viles, para el no circula, y el n£mero suficiente de colaboradores, asi les llamaba, para que se hicieran cargo de que su vida transcurriese tranquila entre el buenos d°as y el hasta ma§ana cotidiano.
Muy tarde se fueron los trabajadores a dormir aquella noche.
El letrero, uno m†s, estaba terminado:
``Bienestar para tu familia''.
X
La sonrisa de Aiceda se pierde apenas aparece. Su esbelt°sima figura de 27 kilos y apenas ocho a§os en el leotardo la hacen lucir m†s chica a£n. Pende de su cuello la medalla de oro en la Olimpiada Juvenil. Nadie como ella para ejecutar, casi con magistral dominio, los aparatos de gimnasia.
X
®C¢mo hab°a sucedido todo aquello?
Aiceda ya est† en la escuela y los gastos se multiplican.
Las cuentas ante la taza de cafÇ hac°an que su temple, su tenacidad, su paciencia, se transformasen en mal humor e incertidumbre.
El dolar se fue a la alza y el pa°s qued¢ a la deriva.
Apenas concluy¢ el sexenio y el sue§o
X
Matilda, la se§ora que cuida la casa de tres plantas, a desniveles, adem†s de controlar al resto de los empleados, cuatro, tiene como labor primordial

Semana de fascinaci¢n sin l°mites

Una dona de az£car sobre tu cabeza.
Tu risa.
Yo mirando de perfil cuando te quitas los zapatos, pies cansados.
Tu cuerpo viajando apresurado en el pasamanos del metro Ju†rez; descenso fascinante.
``Oiga, y tambiÇn hubo el caso de un hamponcito que mat¢ a no sÇ cuantos...''
Y la sonrisa de don Pedro.
--S°, Sandrita...
Tu perfil, en claroscuros, mientras hablas por telÇfono en Balderas; Dolores Padierna te observa pegada en la caseta.
El cabello recogido mientras tecleas una entrevista a las diez de la noche; mi intenci¢n, s¢lo eso, de sugerir: suÇltate el pelo. No lo hago. ®C¢mo acabar con la magia del momento?
Tu breve blusa blanca con delgadas agujetas posteriores y regular escote en la espalda; mangas cortas.
La ensalada de manzana que compartimos alguna tarde.
Tus dedos entrelazados con los m°os a cada instante.
Tu rostro preocupado.
Tus ojos.
Tus historias.
T£.

No ser† f†cil.
Extra§arÇ mi mano dibujando girasoles sobre tu rodilla; nuestro andar por Reforma con el aire, fr°o e inmisericorde, atrap†ndote mientras te miro y me apodero del vuelo incesante de tu cabello.
Las tardes sin tu rostro a mi lado.
Sin tu voz.
Sin ti.

Dice Jaime Sabines, de Dios:

Viejo sabio o ni§o explorador
cuando deja de jugar con sus
soldaditos de plomo de carne y hueso
hace campos de flores
o pinta el cielo de manera incre°ble
Mueve una mano y hace el mar
mueve otra y hace el bosque
Y cuando pasa por encima de nosotros
quedan las nubes, pedazos de su aliento

Agrego yo:

Pero cuando est† realmente feliz
sue§a, reinventa lo maravilloso.
Y en su sue§o apareces t£.
A mi lado.

Siempre est†s a mi lado
y yo te lo agradezco
Cuando la c¢lera me muerde
o cuando estoy triste,
untado con el b†lsamo de la tristeza
como para morirme
apareces distante, intocable, junto a m°.
Me miras como a un ni§o y se me olvida todo
Y ya s¢lo te quiero alegre, dolorosamente.
He pensado en la duraci¢n de Dios,
en la manteca y el azufre de la locura
En todo lo que he podido mirar en mis breves d°as
Tu eres como la leche del mundo
te conozco: est†s siempre a mi lado m†s que yo mismo
®QuÇ puedo darte sino el cielo?
Recuerdo que los poetas han llamado a la luna con mil nombres:
medalla, ojo de Dios, globo de plata, moneda de miel, mujer,
gota de aire
Pero la luna est† en el cielo y s¢lo es luna, inagotable,
milagrosa como t£.
Yo quiero llorar


Confesi¢n

®Ser† la uni¢n de nuestras manos en la Monta§a Rusa?
®O tu cara en el estacionamiento de Gigante?
®Quiz†s lo breve de tu playera cuando descansas y desayunamos juntos?
Los minutos contigo.
Las horas sin ti.
O tus ojos que quisiera m°os.
Tu cintura.
Es todo.
T-o-d-o.
Me tienes transtornado.




Los minutos compartidos en ese ejercicio interminable que inicia al cruzar tus dedos con los m°os son parte de una magia que no logro comprender pero hechiza mis sentidos tanto como el momento en que te sientas a mi lado y sonr°es o cuando caminamos por las viejas y maltratadas calles de la avenida Ju†rez con mi brazo alrededor de tu cintura y mis ojos adue§†ndose de ese rostro tuyo siempre tan igual y tan distinto que ha logrado convertirme en un coleccionista de tu imagen de la que me apodero irrefrenablemente hasta en mis sue§os.

En mi sue§o bailabas con todos los ritmos, con todos los movimientos. Yo parec°a hechizado. Lo estoy.

Es com£n, en vacaciones, viajar al lugar m†s bello. Al m†s placentero, al mejor. El m°o est† aqu°, en tu mirada.

Es una l†stima: cuando m†s linda te ves, me voy. Un beso.

Apenas te has ido. Ya necesito que tus ojos miren hacia los m°os y que tu sonrisa me contagie. Te extra§o. Irremediablemente.

Cu°date. Ojal† salgas temprano.

En mi primera clase, el maestro coment¢ enf†tico:
--Las musas no existen.
®QuÇ sabe Çl?
®C¢mo se atreve?
No.
Definitivamente no te conoce.
No ha disfrutado del calor de tus manos ni de lo maravilloso de esa sonrisa tuya mientras en la arena MÇxico dos tipos juegan a destrozarse y se pegan m†s que las bestias.
No sabe de tu voz ni ha reparado en esos ojos, peque§os c°rculos brillantes a los que estoy amarrado.
Yo lo confirmo:
Existen las musas.
Existes t£.

Por las ma§anas, oteo hacia el horizonte
A la medianoche, fumando, observo las estrellas.
Prefiero tu sonrisa por las tardes.



Santa come del suelo ante la mirada sin compasi¢n de las enfermeras; Angelina muere lenta y trabajosamente a cada parpadeo postrada en ese viejo colch¢n; Blanca enamora a cuanto visitante le prometa su inimaginada luna de miel en Acapulco.
Libreta en mano, por los desolados pasillos, nos miramos.
T£ mis ojos, yo tu imagen.
Linda nota, la de hoy. Linda t£.



T£, cada d°a distinta.
Tan bella.
Ayer estuviste con †nimo encantador.
Hoy, tu voz es un canto que cautiva

A tu lado vivo eternamente embelesado
Embelezar, v.t. Arrebatar el sentido, encantar (sinon. v. cautivar)

Morir°a por transitar como un fantasma, apenas un instante, cada noche, en lo m†s profundo de tus sue§os.

Linda, como siempre.
Como nunca.
Como t£.

Esta es la historia: lleguÇ el domingo, despuÇs de dos d°as sin verla. No estaba. La busquÇ y ya: la oficina de Martha Ramos. All†, tan lejos, estaba ella. No me mir¢. Entonces, cuando terminÇ mi budget, fui hacia deportes y la encontre de pie, en la sala de recepci¢n entrevistando a unos individuos. RegresÇ.
Escrib°:

Autosecuestro

Un instante. Apenas uno.
Lo necesitaba. Lleg¢:
T£, en la sala de visitas entrevistando a tres.
T£, tan azul mezclilla como te encanta y me enloquece.
Un cristal intenta obstaculizarme pero fracasa y te miro sentada ante la computadora con esa cola de caballo que te hace m†s delgada; tan maravillosa.
Quisiera gritarlo: te extra§o.
Pero cuando te veo, apenas un instante, olvido todo.
Y la calma secuestra entonces mis sentidos.


* Felicidades por triplicado: por tus notas, por la foto del ni§o enfurecido y por ser, este, el mes de las lunas tan hermosas como t£.


Y luego, se lo imprim° y lo enviÇ con uno de los nuevos auxiliares. Lo ley¢ y vino a saludarme. Entonces, ca° muerto.

Si yo pudiera
llevarte a ocultas donde voy
y regalarte
toda la nieve de un d°a gris;
enamorarte a media voz, cuando ni el viento me pueda o°r
si yo pudiera de donde estoy,
hacerte venir.
Si yo pudiera
hallar lugar y amarte aqu°,
desvistiendo las tantas horas de quietud;
guardar lo inmenso de ese olor a fin de enero ya por vivir
Si yo pudiera de donde estoy,
hacerte venir.
Si yo pudiera
ganar la prisa y ver el mar
delineando la irrealidad de tu existir;
fundar suspiro y soledad, cuando el olvido debe partir
si yo pudiera de donde estoy,
ay amor,
hacerte venir para extender la ciudad y el sol con ademanes de tempestad
Si yo pudiera de donde estoy,
ganar la brisa y volver al mar.
Si yo pudiera
ahogar la brisa, la humedad.
Y proponerme salvar el beso que eleg°; alimentar la claridad
de una esperanza a£n por te§ir.
Si yo pudiera de donde estoy
hacerte venir.
Si yo pudiera
ahogar la sed, la edad, la voz;
reconquistarte con lo que queda por decir;
unir de un golpe mi ansiedad y la curva suave de tu sentir.
Si yo pudiera de donde estoy,
ay amor,
hacerte venir: no hubiera ardores que violentar
ni bandoleras que consentir.
Si yo pudiera de donde estoy,
ay amor,
hacerte venir
armar de fuego la dignidad
tender el sitio para fingir.
Si yo pudiera de donde estoy
ay amor
hacerte venir
tener tu boca y tu coraz¢n cuando el deseo me quiera hervir,
si yo pudiera de d¢nde estoy, ay amor, hacerte venir.
Si yo pudiera de donde estoy,
ay amor,
hacerte venir.

Padres de familia. Maestros y compa§eros.


La primera clase, ®recuerdan?
Nos mirabamos como extra§os.
Lo Çramos.
Hoy ya no es as°. Somos otros desde aquella ma§ana en que nuestros pasos nos trajeron hasta aqu° viviendo la incertidumbre del quÇ pasar†, del c¢mo ser†.
Tres a§os.
Poco a poco, casi sin sentirlo, nos conformamos como un s¢lo grupo: fuerte, s¢lido, capaz de decidir si un maestro se quedaba con nosotros tras una vertiginosa votaci¢n, o mejor se desped°a.
Hoy decimos adi¢s a una Çpoca, la del estudio, la de la convivencia cotidiana, la del juego con los amigos.
Muchos son los fantasmas que cargamos y que nos han perseguido y nos perseguir†n por siempre.
Pronto lo aprendimos: aqu° siempre habr°a alguien en quien confiar. Por eso nos busc†bamos: lo mismo para estudiar en el sal¢n o para divertirnos en casa de alg£n compa§ero. Inevitablemente, si no entend°amos la lecci¢n, uno a uno, ya completo el equipo, decid°amos mejor salir a jugar futbol.
De eso se trataba.
De eso se trata: de integrarnos. Dentro y fuera de las clases.
Tres a§os.
La hemos pasado bien, ®alguien puede negarlo?
Pero, ®quÇ suceder† ma§ana?
®A d¢nde nos llevar†n nuestros pasos?
C¢mo saberlo.
Habr† quienes sigan el camino de la escuela. Otros comenzar†n a trabajar. Alguno, o algunos, se casar†n...
Hoy debemos decir adi¢s a la Vocacional y empezar, muy a pesar nuestro, lo que comunmente llamamos La Vida. La vida profesional; la de adulto. La de largas horas deambulando en solitario con los sue§os bajo el brazo. Porque as° lo imagino: de un lado a otro solicitando trabajo o sumergiÇndonos en largos y complicados tratados. No. No quiero ser negativo.
Acaso s¢lo consciente.
Porque este pa°s, en este, nuestro momento, poco tiene que ofrecer a sus j¢venes y por ello el compromiso deber† leerse a la inversa: ®quÇ le ofrecemos nosotros a MÇxico?
Yo: la intenci¢n de llegar a ser un empresario; de crear empleos. De ayudar a la gente. De hacer de esta una naci¢n orgullosa de nosotros. La intenci¢n de crecer.
Ya cada quien iremos dibujando nuestros anhelos.
Ya cada quien iremos delineando nuestra propia realidad.
Tres a§os.
Hoy termina un ciclo y comienza el verdadero encuentro con nosotros mismos. Quiz†s muchos no volvamos a vernos jam†s; ser°a una l†stima. Pero de algo debemos estar convencidos: la escuela nos ha forjado para dar un paso m†s, para seguir adelante. Ahora el turno es nuestro.
Le°a hace poco algunas de las ense§anzas que nos dej¢ la madre Teresa de Calcuta, a veces tan lejana a nuestra realidad. Dec°a.
``La vida es...
...La vida es, la vida, defiÇndela''.
No quiero aburrirlos. S¢lo un mensaje final:
No claudiquen.
Que nada ni nadie mine nuestras conciencias.
Que nada ni nadie obstaculice nuestras metas.
Que sigamos siendo como uno s¢lo.
Que nunca termine la amistad entre este grupo s¢lido, fuerte, capaz de crear un mundo alternativo con tan s¢lo desearlo.
Que todos nuestros sue§os sean, pronto, una bella realidad. Por el bien de nuestra escuela. Por nosotros mismos. Por este pa°s que tanto nos necesita.
En fin, que cada uno de ustedes sea, ante todo y sobre todo, verdaderamente feliz.


Muchas gracias.

Anochecer bajo la lluvia


La combinaci¢n asesina mis sentidos
Escucho a Benedetti
Aspiro el mundo
Siento tu presencia a mi costado
Paladeo tu sonrisa
Te veo.

Octubre 8, 1997.





A£n no eran las diez de la ma§ana y ya te hab°a le°do cuatro veces.
Al amanecer, somnoliento; con orgullo al telÇfono; a bordo del taxi con absoluta atenci¢n, y en el sal¢n disfrutando cada p†rrafo como si fuese mi cumplea§os.
No hay duda.
Eres inagotable manantial de sensaciones.

11-oct-97


Las palabras tienen un lado oscuro
quien asoma su alma
por esa rendija
se sumerge en el Universo

Porque estamos hechos de palabras.
Porque la eternidad se nos acaba.
Por t°.
Felicidades.
Linda, como siempre.
Como nunca.
Como t£.
OCTUBRE ONCE, 1997






®En d¢nde, en quÇ momento, a quÇ deshoras
me dir†s que te amo? Esto es urgente
porque la eternidad se nos acaba.




Esa silueta luc°a a semejanza de las guardas de su abanico resquebrajadas por el paso del tiempo.





Sabes que para el m†s furtivo de los cazadores de tu sonrisa, unos minutos son insuficientes; pero escuchar tu voz, hoy tan enfermita, alivia definitivamente todas mis penas. Cu°date mucho. Mej¢rate pronto. SÇ feliz. Un beso. Yo.




Te escucho a la distancia como aqu°
No he partido
Estoy, no en tus ojos; s° en tu o°do
Est†s no en mis ojos; no en mi o°do
Est†s en m°.



Hola: Traigo puesta tu sonrisa cada tarde en que te busco y no apareces. Se duelen mis sentidos al no verte, pero alivian al mirar tus calcetas, o tu cabello cayendo sobre esa blusa negra de largas mangas, o tus labios apenas rojos alguna noche cuando partes, o tu caminar callado, mirada perdida, r†pido el paso.


De sol a sol tu eres para mi...

Yo soy la luz que te alumbra

Cuando la luna llega a mi sendero y mi existir
De sol a sol yo soy para ti.


DespuÇs que mis amigos se dieron cuenta
que esa ni§a es para m°
me han pedido mil disculpas
no pensaron que era as°

Y es que ellos no saben quiÇn es esa ni§a
en mi existir
Y que eres la luz que alumbra mi vida
Y que d°a a d°a crece mi amor, para ti

De sol, a sol yo soy para ti
De sol a sol t£ eres para m°.
Yo soy la luz que te alumbra

Cuando la luna llega a mi sendero y mi existir
de sol a sol yo soy para ti
de sol a sol t£ eres para mi.
yo soy la luz que te alumbra

Cuando la luna llega a mi sendero y mi existir,
de sol a sol yo soy para ti.

De sol a sol te tengo presente (enamorado de repente)
De sol a sol te tengo presente (cada minuto, cada hora me enamoro m†s de ti)
De sol a sol te tengo presente (he quedado loco, crazy por ti)
De sol a sol te tengo presente (Chiquilla querida, te quiero para m°)



De sol a sol te tengo presente (esto es amor y yo sÇ que t£ lo sientes)
De sol a sol te tengo presente (porque es algo hermoso y diferente)
De sol a sol te tengo presente (un amor profundo siento por ti)
De sol a sol te tengo presente (no importa lo que diga la gente te quiero a ti)


Hoy que llevo en la boca el sabor a vencido procuro tener a la mano un amigo que cuide tu frente y tu voz, y que cuide de ti y para ti y tus vestidos y a tus pensamientos mantÇnlos atentos y a mano tu amigo.

La importancia de verte morderte los labios de preocupaci¢n es hoy tan necesaria como verte siempre como andar siguiÇndote con la cabeza en la imaginaci¢n.

Porque sabes y si no lo sabes no importa, yo sÇ lo que siento, yo sÇ lo que cortan despuÇs unos labios... Esos labios rojos y afilados. Y estos pu§os que tiemblan de rabia cuando est†s contenta, que tiemblan de muerte si alguien se te acercara a ti.

Hoy procura que aquella ventana que mira a la calle en tu cuarto se tenga cerrada, porque no vaya a ser yo el Viento de la Noche y te mida y recorra la piel con mi aliento y hasta te acaricie y te deje dormir. Y me meta en tu pecho y me vuelva a salir y respires de mi. O me vuelva una estrella y te estreche en mis rayos y todo por no hacerme un poco de caso,
ten miedo de mayo
y ten miedo de mi

Porque no vaya a ser que cansado de verte me meta en tus brazos para poseerte y te arranque las ropas, y te bese los pies; y te llame Mi Diosa y no pueda mirarte de frente y te diga llorando despuÇs...

Por favor tÇnme miedo
Tiembla mucho de miedo, mujer, porque no puede ser...





No existe, en el horizonte, fulgor m†s bello que el de tus ojos.

Las horas transcurren ansiosas, †vidas del encuentro con tu sonrisa.

Tu nombre mismo es como un rezo en el que al repetir diez avemar°as ocurre un sortilegio.

Es dif°cil aspirar el aroma de tu piel desde tan lejos, sentir de noche tu boca tan distante.

Es tu sonrisa la que penetra por el borde de mis pupilas y se apodera irrefrenablemente de mis sentidos

No sÇ si es la voz, o las historias, el cabello suelto, el largo de tus brazos o el vestido azul, pero enloquezco.

Transcurren los segundos tortuosamente, inmersos en el eterno deseo de mirarte.

Tu..., par

* Nada es lo mismo sin t°. Mientras, envuelvo la espera en sue§os color de luna.


*Me pregunto, a cada instante, ®quÇ parte de la ciudad disfruta en este momento de tu encanto?

Sin tus ojos, sin tu sonrisa y sin tus notas, Nuestra Ciudad no existir°a.

Nada es lo mismo sin ti. Mientras, envuelvo la espera en sue§os color de luna, casi llena.

Espiar por el borde de tu mirada, cabello suelto hacia un costado, es experiencia s¢lo comparable al m†s hermoso de los atardeceres

®A quiÇn agradezco tu sonrisa?

As°, dosificado, apenas breve el encuentro. Por eso no te busquÇ ayer, tanto. ®Y si enloquezco?

Te extra§o, ®no es una locura?

Con el brillo de tus ojos, el tono de tu piel y el encanto de tu sonrisa, haces del universo un sitio privilegiado para existir

No ha sido abandono; acaso terapia contra el encantamiento

Cuando lejos, simplemente te evoco y apareces, dulce, sonriente, para inundar todos mis pensamientos

Linda, como sueles serlo (y cada d°a sueles m†s)

Nada como imaginar tu ausencia y encontrarte, aqu°, toda sonrisa, belleza, ternura. Toda t£. PD

El par de fotos en Nuestra Ciudad convierten al de hoy en ejemplar de colecci¢n. Un beso.

Tu risa cristalina
es mi dicha y es mi premio

La boca de mi amada
es jard°n de cerezos,
es fuente de agua pura;
y el puente en donde abrego
y acrecento mis ansias.

Sus labios son denuedos,
y sus dientes az£car;
y es perfume su aliento.
Y es perfume su aliento,
remanso inagotable es
su voz mientras discurre,
me arrulla y me alimenta
me arruma y da consuelo.

Su risa es transparente
como el juego del viento
me colma cuando r°e
y cuando se va sonriendo
cuando sonr°e por nada
y cuando por nada vuelvo
a invitarle a que sonr°a

Su risa cristalina
es mi dicha y es mi premio

Y si su boca acusa
un suspiro de su pecho
me envuelve y me aprisiona,
me halaga y m†s me apresto
a reconfortar sus manos,
sus labios y su cuello.

Su vientre de paloma
y su delicado vuelo.
Y a modo de su boca,
es mi boca deseo.

Su boca es la ventana
su boca es su secreto
es la canci¢n del agua
y es lenguaje del alma
y es el amor y el tiempo,
su boca, bienamada.

La boca de mi amada
es jard°n de cerezos,
es huerto de naranjos,
de limones y almendros,

Es sombra y es frescura
en el molde m†s perfecto;
y mi m†s caro tesoro
porque hoy me lo da todo
si me regala un beso

Me gusta mirarte de frente, cuerpo entero, bell°sima, cuando vienes hacia m° y yo s¢lo cierro los ojos y suspiro. Los abro y est†s ah°: d†ndole sentido a mis tardes.

Tu risa es transparente
como el juego del viento
me colma cuando r°es
y cuando te vas sonriendo
cuando sonr°es por nada
y cuando por nada vuelvo
a invitarte a que sonr°as

Tu risa cristalina
es mi dicha y es mi premio

Dos a§os he tardado en descubrirlo, pero hoy no queda duda: la verdadera ni§a de mis ojos, eres t£.


Creo que no te quiero,
que solamente quiero la imposibilidad
tan obvia de quererte
como la mano izquierda
enamorada de ese guante
que vive en la derecha

(Julio Cort†zar)

Quiero aprender contigo.
S°, contigo si quiero todo.
Ensǧame el valor...
MuÇstrame la confianza...

H†zme el amor.